Mundo cruel

¿Quién nos acompaña en el despertar de la sensación de habitar en un mundo cruel? ¿Quién tiene las herramientas para ofrecer un acompañamiento sano en este despertar? ¿Es, de verdad, este mundo, cruel? ¿Dónde está el límite entre aquello que es justo y aquello que no lo es? ¿Existe una respuesta única a tales preguntas? Como sucede normalmente en filosofía, no, no existe una respuesta única, pero una reflexión racional puede ayudarte a dar con la tuya sin caer en la repetición de valores heredados o adquiridos sin previo cuestionamiento. Ya sabéis cuánto me gusta que penséis por vosotros mismos, que descubráis quiénes sois y cuáles son vuestros valores éticos.

Si la asignatura de valores éticos es importante es porque son nuestros valores los que guían nuestra acción, aunque no sepamos ni qué es eso de "valores éticos". Con esto quiero decir que, independientemente de que exista o no una reflexión profunda antes de tomar cualquier decisión e, independientemente de que tengamos o no unos "valores éticos", decidimos continuamente y nuestras decisiones repercuten en nuestra vida (¡incluso cuando decidimos no decidir!) pero, más a menudo de lo que creemos, en la vida de quienes nos rodean. Estamos viendo crueldad a nuestro alrededor y no nos gusta, pero ¿podemos hacer algo? Sí, para empezar, pensar.


En una pequeña clase de 3º de ESO estamos sentados cara a cara cada viernes a las 8:20h de la mañana (por cierto, esto de madrugar tanto también es un poco cruel, ¿no?) para debatir sobre estos y muchos otros temas. Hoy hemos abierto nuestra caja de Filosofía Visual titulada "Mundo cruel". A través de ella, queremos conocernos mejor a nosotros mismos y aprender a guiar nuestra reflexión para hacer de este un mundo mejor.

Nuestra reflexión principal de hoy ha girado en torno a situación bastante cotidiana que, sin embargo, y como suele suceder, nos lleva a una reflexión mucho más profunda y global de lo que podemos creer en un principio: ¿Es cruel obligar a un niño o a una niña a ducharse contra su voluntad?

A continuación presento la tarjeta visual y, más abajo, las preguntas que pueden guiarnos en nuestra reflexión (hay muchas más, si alguien tiene alguna sugerencia, puede comentar en el apartado de comentarios, estaremos encantadas y encantados de aumentar los límites de nuestro cuestionamiento).

Os deseo una enriquecedora reflexión ética, Sapere Aude!







Comentarios

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  4. Anónimo11/13/2020

    https://youtu.be/J5q81tNYrWk

    A mi , la meua mare i el meu pare m'han ajudat molt en la meua vida.
    Els puc perdonar que m'ensenyaren a dutxar-me.
    Crec que hi ha qüestions mes importants en la vida.
    Es la meua opinió.

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    1. Anónimo11/14/2020

      Jo crec que la millor manera de saber com educar fills ,és tindre'ls.
      I la millor manera de saber voler en parella, és saber voler a la teua parella.
      No tothom vol tindre fills i és respectable com també és respectable la persona que els té.
      Crec que ara és una moda opinar per opinar de coses que no s'han viscut.
      Crec que l'experiència és la millor mestra per a saber opinar mes constructivament

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    2. Anónimo10/28/2021

      La Ovillapenas carga con su pesado ovillo, nunca se separa de él, lo tiene a su lado. Es tan pesado que apenas puede arrastrarlo y su peso va en aumento. Recuerda haber cargado siempre con él. La idea de abandonarlo no cruza por su mente. Anda muy encorvada, muchos la compadecen, pero opone una encarnizada resistencia a cuantos lo hacen. ¡Pobres!, no se imaginan que mal les va, no sospechan lo que les espera... Ella se acerca y les lanza una mirada de soslayo, desde abajo intuye la inminente desgracia. Lo sabe enseguida, no hay remedio, pese a lo que pase, las cosas sólo irán de mal en peor, empeorarán de un encuentro a otro. Inclina la cabeza y piensa en su ovillo. Ahí están todos enredados, a ella le pesa, pero más les pesa a ellos !! se dice...

      La Ovillapenas disfruta haciendo el "bien" y dice: «cuidado». Si la gente se dignara a escucharla... No caminar bajo los árboles, dice, hay ramas podridas. No atravesar ninguna calle, hay coches feroces. No andar pegado a las casas, pueden caer tejas del techo. No darle la mano a nadie ni entrar en vivienda alguna: son un hervidero de microbios malignos. El aspecto de las mujeres encintas la desespera: no hay que tener hijos, dice, si no mueren al nacer, mueren más tarde. Hay tantas enfermedades, más enfermedades que niños, y todas se abalanzan sobre la pobre criatura y no hay razón para que sufra tanto. Mejor es que no venga al mundo.

      La Ovillapenas nunca ha estado encinta, por eso puede hablar así. Jamás ha confiado en un hombre, desvía la mirada en cuanto alguno la observa. Ha cosido por encargo, aunque tampoco eso es seguro. Ha conocido a gente que murió antes de que ella acabara de coserles ropa. De ellos no obtuvo un céntimo. Pero no se queja. Lo añade al ovillo. En él sí que confía, allí todo es cierto y sucede tal y como aparece en el ovillo.

      La Ovillapenas duerme de pie en una calleja olvidada y sin salida. El ovillo es cama y almohada para ella. Como es precavida, no dice su nombre. Nunca ha aceptado una sola carta. En toda carta hay siempre una desgracia. Observa a los carteros desde su ventana y se admira: no hacen sino repartir desgracias, y la gente, que es estúpida, las lee, piensa.

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